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viernes, 23 de noviembre de 2012

Foucault, Michel


 
Poitiers, Francia, 15 de octubre de 1926. Estudia en la École Normale de París, donde recibe con entusiasmo las clases de Jean Hippolite sobre Hegel. Se licencia por la Sorbona en Filosofía en 1948, en Psicología en 1949 , y en 1952 obtiene el diploma en Psicología Patológica. Se doctora en 1961 con su trabajo Locura y sinrazón. Historia de la Locura en la época clásica. Fue profesor de filosofía en las facultades de Letras de Clermont-Ferraud y Paris-Vincennes. En 1970 dictó la clase inaugural en el Collège de France, donde trabajó hasta su muerte en la cátedra de Historia de los Sistemas de Pensamiento. Murió el 24 de junio de 1984 en La Salpêtrière, el mismo hospital en el que había realizado las prácticas que sirvieron de base a su Historia de la locura.

Influido por Lacan, Bachelard, Blanchot, Dumézil, Barthes, amigo intelectual y político de Deleuze, Foucault pertenece a la generación de jóvenes franceses que con las armas de Marx, Freud, Nietzsche y Heidegger intentan "olvidar" a Hegel y elaborar ese "olvido". Entre las influencias recibidas no hay que olvidar tampoco su contacto como alumno con Georges Canguilhem y Louis Althusser, y la impronta que dejaron en su pensamiento las lecciones, lecturas o encuentros con Beaufret, Jean Wahl, Merleau-Ponty y Sartre. Interesado en la historia y las ciencias sociales -imbricadas profundamente en su obra-, pero también en la literatura, sus lecturas abarcan un amplio campo que va desde Platón hasta Julio Verne.
         Su primer libro será Enfermedad mental y personalidad. En este caso su deuda reconocida es con Ludwig Binswanger, quien le permite descubrir la "profundidad" de la locura, pero al mismo tiempo le señala, sin quererlo, el nuevo lugar teórico en el que ha de ubicarse: no ya el del análisis existencial que supone un objeto preexistente, sino el del pensar de corte nietzscheano capaz de poner al descubierto la historicidad de la locura. A partir de su trabajo en centros penitenciarios y hospitales psiquiátricos, pisa el terreno áspero que convertirá en genealogías históricas. A propósito de éstas, téngase presente que se alimentan más de documentos de archivo que de textos canónicos. En 1971, movido por una problematización cuya emergencia nuestro horizonte cultural hace posible -a saber, el carácter no natural sino histórico de hospitales, manicomios, tribunales y prisiones-, habrá de organizar el GIP (Grupo de Información sobre las Prisiones).
         La obra de Foucault se estructura como pensamiento del presente, que si recurre  al pasado, si hace historias, es para entender la contemporaneidad. Cuando Kant se pregunta en 1784 qué es la Ilustración, esa pregunta se puede traducir por estas otras:  ¿qué es lo que pasa en el presente?, ¿quiénes somos nosotros, los ilustrados?. Inaugura así la modernidad, uno de cuyos rasgos es convertir la razón, y a sí misma, en problema histórico. Por eso, si por un lado Kant abre el tema de lo analítico de la verdad o de las condiciones de posibilidad del conocimiento legítimo, por otro inicia una interrogación crítica distinta, la de una ontología del presente, una ontología del nosotros, de nuestra contingencia histórica. Foucault confiesa que intenta trabajar, junto con Hegel, Nietzsche, Weber y la Escuela de Francfort, en esta última dirección; o como dice en alguna oportunidad, en una genealogía de la moral que atiende ante todo al surgimiento del sujeto moderno a partir de tres ontologías históricas. En primer término, una de nosotros mismos en relación a la verdad que nos constituye como sujetos de conocimiento; luego, una de nosotros mismos en las relaciones de poder, que nos constituye como sujetos actuando sobre los otros; por último, una de nosotros mismos en la relación ética, que nos constituye en sujetos morales. A propósito del poder, conviene aclarar que no sólo es represivo sino también productivo, positivo; y que no proviene exclusivamente del Estado y la ley, sino de una red compleja que atraviesa al cuerpo social entero: la microfísica del poder.
         La Historia de la locura hace el recorrido desde el Renacimiento y los siglos XVII y XVIII (época clásica, según la periodización de Foucault) hasta el siglo XIX (modernidad) señalando dos cortes decisivos. El primero se produce ante el advenimiento de la ratio, cuando la locura pierde su unidad originaria, la que la sitúa como experiencia cósmica y trágica en las expresiones artísticas de la época: Durero, El Bosco, Shakespeare, Cervantes. A esta experiencia trágica se le opone e impone en el siglo XVII la reflexión crítica, y entonces la locura pasa a ser una forma relativa de la razón, su figura paradójica al lado del sueño y del error, tal como nos la presenta Descartes. Esta confiscación no es sólo de orden racional sino también geográfico; desalojada de las estructuras novelescas se la encierra en el espacio del asilo, junto a una población heterogénea. La "internación" es el modo en que el Estado reacciona frente a lo marginal. El "insensato/miserable" es a la vez efecto del desorden y obstáculo del orden. Sin relación con idea médica alguna se recluye al loco en salvaguarda de la razón y la moralidad.
         El segundo corte tiene lugar a fines del siglo XVIII, cuando se produce la patologización de la locura. El médico ingresa en el asilo curiosamente no como sabio sino más bien como "hombre prudente". La locura ya no obliga a un enfrentamiento absoluto entre razón y sinrazón. Se trata ahora de un juego, siempre relativo, siempre móvil, entre la libertad y sus límites; cuando se lesiona la razón la libertad debe ser coartada. Por eso se confronta al loco con el criminal, de lo cual resulta una sustancial modificación de la responsabilidad penal. Se patologiza también el crimen, encrucijada en la que se hallan aún el pensamiento jurídico y médico. Con el mismo propósito historizante que niega todo "naturalismo", tono parecido e igual recorrido temporal, el Nacimiento de la clínica hará la arqueología de la "mirada médica" a partir de tres cesuras que configuran tres formas de la medicina: la que clasifica las enfermedades en especies, la de los síntomas y la anátomo-clínica del siglo XIX.
         Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias sociales nace de un texto de Borges, "El Idioma Analítico de John Wilkins", que en su referencia a la enciclopedia china, suscita el asombro de una taxonomía imposible de pensar. Nace así la interrogación foucaultiana sobre qué es imposible pensar y de qué imposibilidad se trata, y con ella la sospecha de un desorden que exige ordenamientos empíricos dentro de los cuales los hombres sepan a qué atenerse y se reconozcan a sí mismos. Esos ordenamientos que nada tienen que ver con una presunta razón universal son lo que Foucault llama epistemes, positividades que si son condiciones de posibilidad del decir y conocer, tienen una historia que se tratará de sacar a la luz. En este texto Foulcault reitera el esquema de periodización de los anteriores, pero su hilo conductor es diferente puesto que en él se entrelazan, en un juego singular según las épocas, sujeto-episteme-lenguaje. En la época clásica la soberanía de la palabra y el entrecruzamiento espontáneo entre ésta y la representación de las cosas no deja lugar para la existencia humana como posible objeto de saber. Es a partir de la modernidad cuando el lenguaje se separa de la representación y se produce la ruptura del orden del discurso; que aparece el "hombre", figura ambigua que es al mismo tiempo objeto del saber y sujeto que conoce. De esa "ambigüedad humana" nacerán las ciencias sociales, todos los equívocos que le son propios y su fin previsible. Ocurre que desde la etnología, el psicoanálisis y la lingüística reaparece hoy la cuestión del ser del lenguaje con carácter imperativo, y ninguna de las tres disciplinas hablan ya paradójicamente del hombre mismo.
         La arqueología del saber juega con la posibilidad de un saber sin sujeto, ni trascendental ni empírico, sin fundamentos ni opiniones; con la posibilidad de un saber que pende de apriorismos no universales sino históricos; con la posibilidad de un saber al que le son ajenas las continuidades "forzadas" de la razón, y que se alimenta en cambio de un archivo temporal que reúne el producto de las prácticas discursivas, los enunciados que no son "ideas" sino acontecimientos y, como tales, "manipulables". El archivo no es pues una biblioteca atemporal, como toda biblioteca. Es, por el contrario, el sistema que regula la formación y transformación de los enunciados en una contingencia histórica determinada. El orden del discurso -la clase inaugural de Foucault en el Collège de France- insiste en el régimen y en las estrategias de las eventuales prácticas discursivas autorizadas y legitimadas institucionalmente.
         Aunque el tema de Vigilar y castigar es el nacimiento de la prisión, de acuerdo con el subtítulo el problema central es el poder de normalización de la sociedad disciplinaria moderna. Este panoptismo generalizado es ejercido por "dispositivos carcelarios" enmascarados, pues en apariencia están destinados a socorrer, curar, educar. Por eso no son las prisiones en Francia entre los siglos XVIII y XIX lo que constituye su tema. Algo de más alcance está presente en este texto: el cálculo, la ratio, que ha sido puesta en obra en la reforma del sistema penal cuando se introdujo en él, aunque modificada, la vieja practica del encierro. Se trata así de una historia de la razón punitiva moderna, que deja claro como las "luces" encubren, bajo el ideal de emancipación humana, el conjunto de tecnologías sociales a partir de las cuales se ejerce un control más estricto que el ejercido por las sociedades tradicionales. Los dispositivos del orden burgués “carcelario” hacen de la vigilancia la clave de las instituciones en sentido moderno.
         De la Historia de la sexualidad Foucault alcanzó a publicar tres volúmenes: La voluntad de saber, y El uso de los placeres y La inquietud de sí. (El cuarto, Las confesiones de la carne, permanece inédito). No se trata de una unidad tripartita, sino que, por el contrario, existen marcadas diferencias entre el primer tomo y los otros dos. En La voluntad de saber el autor se propone construir una historia de la sexualidad -desde el siglo XVII al XIX- como experiencia históricamente singular, es decir, como el correlato dentro de la cultura occidental entre campos del saber, tipos de normatividad y formas de subjetividad. Sin embargo, este mismo objetivo lo detiene en la indagación sobre las formas por medio de las cuales los individuos pueden y deben reconocerse como sujetos morales (modos de subjetivación). Es así como el autor se ve obligado a trastocar el proyecto del primer volumen, y con ello su lineamiento cronológico. El uso de los placeres y La inquietud de sí constituyen una historia del hombre de deseo que parte de la pregunta: ¿por qué en la antigüedad grecorromana el comportamiento sexual fue objeto de una preocupación moral, precisamente allí donde no regía sistema de prohibición alguno, sea por código religioso o político?. La historia de los sistemas de moral, que había de hacerse a partir de las prohibiciones impuestas a la sexualidad, queda sustituida por una historia de las problematizaciones éticas a partir de las prácticas de sí. Guiado por la inquietud de definir las estrategias de poder inmanentes en la voluntad de saber en lo que al sexo se refiere, Foucault desafía la “hipótesis represiva” inspirada por la moral del siglo XVII. Alega que si bien la represión constituyó el modo en que se relacionaron poder, saber y sexualidad, caben aún preguntas en cuanto a si la represión del sexo es una evidencia histórica o si la mecánica del poder pertenece sólo al orden de la represión. Estos interrogantes no intentan demostrar la falsedad de la hipótesis represiva, sino más bien advertir que nuestro discurso sobre el sexo, institucionalizado a partir del siglo XVIII por la pedagogía, la medicina y la justicia, se sostiene gracias a instancias de poder dispuestas para hablar de él. A partir del siglo XIX estas mediaciones de control se perfeccionan en una terapéutica. La medicina inventa una patología orgánica y disciplina las rarezas del sexo desde una scientia sexualis de la salud y de la enfermedad. Se inicia entonces la era de un biopoder que, como tecnología -de poder- centrada en la vida, conduce a la sociedad normalizadora. En la antigüedad grecolatina, del siglo IV a.C. al II de nuestra era, la sustancia ética, es decir, la parte del “sí mismo” que concierne a la conducta moral, es la afrodisia y lo asombroso es que la problematización de la actividad sexual, por estar al margen de las prohibiciones, no define un dominio de reglas válidas de conducta sino que, por el contrario, su blanco principal es estético, se limita a un problema de elección personal cuyo motivo es la voluntad de vivir una “bella existencia”. Tanto de El uso de los placeres como de La inquietud de sí emanan prescripciones de filósofos y médicos: Platón, Aristóteles, Hipócrates, Séneca, Epicteto, que tienen por objeto hacer que los individuos se interroguen sobre su propia conducta y se formen a sí mismos como sujetos éticos. Se trata en el caso de los griegos de consejos de prudencia y economía en el uso de los placeres sexuales. En los romanos, la severidad es aún mayor. Una paideia que implica un “aprender a vivir toda la vida” es un ejercicio permamente del cuidado de sí mediante el sojuzgamiento de las perturbaciones del cuerpo y del alma. Es interesante observar que los temas morales no han cambiado demasiado. La novedad entre la moral antigua y la judeocristiana no está en los códigos, sino en lo que Foucault llama “ética”: la relación con uno mismo.



Bibliografía:        

Maladie mentale et personalité, 1954 (trad. esp., Enfermedad mental y personalidad, 1984, reimp.); ed. revisada, Maladie mentale et psychologie, 1966. 
Histoire de la folie à l'âge classique, 1961; 2ª. edición revisada, 1966 (trad. esp. completa, Historia de la locura en la época clásica, 1976). 
Naissance de la clinique. Une archéologie du regard medical, 1963 (trad. esp., Nacimiento de la clínica, 1966).
Raymond Roussel, 1963 (trad. esp., Raymond Roussel, 1973). 
Les mots el les choses. Une Archéologie des sciences humaines, 1966 (trad. esp., Las palabras y las cosas, 1968).
L'archéologie du savoir, 1969 (trad. esp., La arqueología del saber, 1970). L'ordre du discours, 1971 (trad. esp., El orden del discurso, 1974). 
Ceci n'est pas une pipe; sur Magritte, 1973 (trad. esp., Esto no es una pipa, 1981). 
Surveiller et punir: naissance de la prison, 1975 (trad. esp., Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, 1978). 
Histoire de la sexualité I. La volonté de savoir, 1976 (trad. esp., Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber, 1977). 
A verdade e as formas jurídicas, 1978 (trad. esp., La verdad y las formas jurídicas, 1980).
Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones, 1981.
Histoire de la sexualité II.  L'usage des plaisirs, 1984 (trad. esp., Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres, 1986). 
Histoire de la sexualité III. Le souci de soi, 1984 (trad. esp., Historia de la sexualidad III.  La inquietud de , 1987). 
Escritos espirituales, 1988.
El pensamiento del afuera, 1988.
Nietzsche. La genealogía, la historia, 1988. 
Tecnologías del yo, 1990.
Espacios de poder, 1991. 
Saber y verdad, 1991.
Microfísica del poder, 1992.
Oeuvres complètes, 1994.



2 comentarios:

  1. Link para descargar Vigilar y castigar:

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  2. Link para descargar Las palabras y las cosas:

    http://lahistoriadeldia.wordpress.com/2009/07/20/michel-faoucault-las-palabras-y-las-cosas-descargar-libro/

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