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jueves, 1 de noviembre de 2012

Feyerabend, Paul Karl



Viena, Austria, 13 de enero de 1924. Se doctoró por la Universidad de Viena, donde estudió física, historia y astronomía, siguiendo allí los cursos de Victor Kraft y de Karl Popper. Ha sido profesor en las universidades de Yale, Berlín, Auckland (Nueva Zelanda), y en el University College de Londres. Fue profesor de Filosofía en la Universidad de Berkeley (California) y de Filosofía de la Ciencia en el Instituto Federal de Tecnología de Zurich, ciudad esta última en la que falleció el 11 de febrero de 1994.

Filósofo de las ciencias y epistemólogo, Paul Feyerabend ha elaborado en su obra una forma de epistemología alternativa que adquiere relevancia a partir de 1970, con la publicación de Contra el método. Subtitulado «Esquema de una teoría anarquista del conocimiento», este trabajo es el primer indicio de una línea de pensamiento que ataca el empirismo anglosajón contemporáneo.
Para Feyerabend, la contrainducción es un modo posible de proceder para hacer avanzar la ciencia. La noción positivista de un avance acumulativo y lineal es descartada absolutamente por nuestro autor, para quien la ciencia opera de modo anárquico, siendo el de todo sirve el único principio que debe respetarse para el progreso del conocimiento.
La ciencia no procede, ni debe hacerlo, por reglas fijas y universales. Esto sería poco realista y pernicioso para el conocimiento. La historia misma de la ciencia muestra que todas las metodologías científicas tienen sus limitaciones, que no hay regla que no haya sido vulnerada en una u otra ocasión y que el todo sirve es la única metodología que resiste.
Hay modos de conocimiento que sobreviven gracias a que la razón es dejada a un lado. Muchos éxitos de la razón se consiguen, no por haberse sujetado a ella sino por haber sido lo suficientemente razonable como para actuar irracionalmente. La historia de la ciencia está llena de ejemplos de este procedimiento.
Así, a lo largo del desarrollo de las ciencias, los científicos debieron quebrantar reglas metodológicas ampliamente difundidas para poder avanzar. Tanto Galileo como Kepler y Newton han utilizado métodos eclécticos y oportunistas en sus investigaciones.
Si Popper describe el método científico por períodos en los que hay una teoría, un desarrollo y una refutación, de modo cíclico, Feyerabend sostiene que este tipo de método empobrece la creación. Cuando surge una teoría, lo que hay que hacer es tratar de inventar una contrateoría y experimentos cruciales. Esta proliferación teórica es un elemento positivo para la ciencia, ya que la uniformidad debilita su poder crítico.
Las contramarchas también enriquecen la ciencia. Pensemos en la teoría atómica: Demócrito la introdujo ya en la Antigüedad, siendo criticado con excelentes razones para los criterios de conocimiento de su época. Sin embargo, mantenerla viva probó ser positivo, dado que las teorías atomísticas hicieron una contribución importante a la ciencia. Los científicos tienen ideas preconcebidas acerca de la ciencia, prejuicios que ellos mismos violan durante su investigación. Feyerabend tiene una pobre opinión acerca de los expertos, y sostiene que la comunidad no experta debe dudar de ellos, ya que se equivocan permanentemente e imponen sus errores a los demás.
Cada teoría, para Feyerabend, encuadra la experimentación en determinada visión del mundo, y es una estructura cerrada de significación. En efecto, esta modalidad extrema de estructuralismo sostiene que los términos, incluidos los enunciados observacionales, significan sólo en relación con otros términos, es decir dependen del contexto teórico al que pertenecen. Esto toma difícil la discusión entre teorías, ya que son inconmensurables entre sí. La teoría de la inconmensurabilidad, que aparece también en Kuhn, con otras características, supone que no hay comunicación posible entre teorías: la negación de una a la otra no penetra en su mundo semántico. Al negar, una teoría se coloca en una posición alternativa.
En este sentido, no se pueden comparar teorías, ya que ni siquiera comparten enunciados observacionales. Incluso el desarrollo de la percepción y del pensamiento en el individuo pasa por etapas que sor inconmensurables entre sí. Feyerabend afirma que esto ocurre igualmente con los distintos puntos de vista de los científicos, aunque se ocupen de «un mismo objeto».
Aludiendo a Nagel y Hempel, Feyerabend ha criticado tanto la teoría de la reducción como la teoría de la explicación formal y objetiva, y a sus supuestos comunes de que la reducción y explicación son por derivación, y que los significados de los términos observacionales son invariables tanto respecto a la reducción como a la explicación. Adopta así un principio de relatividad lingüística desechando la tesis de invarianza del significado: lenguajes diferentes suponen también hechos diferentes. Un cierto tipo de gramática conduce hacia un cierto tipo de observación.
Feyerabend sugiere abolir –debido a que la práctica nos lo enseña– la diferencia entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación, tanto como la distinción entre términos observacionales y teóricos. Cada teoría produce su propia base empírica. Esto supone que la observación misma depende de la teoría y que ciertos hechos no serían siquiera observables sin una teoría que posibilitara su emergencia.
También sostiene Feyerabend que no hay razón alguna para suponer que la ciencia es superior a otras formas de conocimiento y de aproximación a la realidad diferentes de ella: justamente si las teorías son inconmensurables no podemos establecer una gradación ni una jerarquía de valor que posicione a la ciencia y a la racionalidad en situación de superioridad frente a otras tradiciones. No hay exigencias objetivas, universales e independientes de toda tradición.
Sin embargo, la ciencia está en realidad mucho más cerca del mito de lo que muchos científicos racionalistas admiten. La ciencia es solamente un modo de pensamiento y no necesariamente el mejor. No podemos descartar el vudú, la danza de la lluvia ni la astrología utilizando el criterio de la racionalidad occidental. Y si la ciencia es una tradición más entre otras –no un criterio al cual deben ajustarse las tradiciones–, debería separársela del Estado, como alguna vez se hizo con la Iglesia. De este modo el racionalismo no emplearía el dinero de los impuestos para destruir las tradiciones de los contribuyentes. La ciencia ha pasado a ser la nueva institución religiosa, dogmática, agresiva e insolente con otras formas de conocimiento, la única religión verdadera bajo la que se reprimen las ideas paganas. En el fondo, el racionalismo es una forma secularizada de lo que otrora era la palabra de Dios.
El discurso racional no es en modo alguno el mejor modo de presentar y examinar una cuestión: de esta limitación pocas veces tienen conciencia sus defensores. Incluso los intelectuales no se someten a las reglas en las que ellos mismos creen: rara vez leen aquello que critican y su comprensión de los argumentos es muchas veces rudimentaria.
En La ciencia en una sociedad libre, Feyerabend insiste en que una sociedad democrática debería dar las mismas oportunidades a las diferentes tradiciones. Una sociedad libre es aquella en la que todas las tradiciones tienen iguales derechos de enseñanza y de acceso al poder. El propósito que señala Feyerabend para esta obra es justamente la de eliminar la obstaculización que los expertos hacen a tradiciones alternativas, y preparar consecuentemente el desplazamiento de los científicos de los centros de poder de la sociedad.
Las tradiciones diferentes deberían tener igualdad de oportunidades para ser enseñadas en las escuelas públicas y universidades, dado que estas instituciones están financiadas por toda la comunidad. La línea directriz de este texto, y de gran parte de la obra de Feyerabend, es el ataque al dogmatismo, sea cual fuere su origen, la defensa de la libertad humana y el respeto a las tradiciones alternativas.
En una serie de ensayos posteriores, reunidos en español bajo el título de ¿Por qué no Platón?, Feyerabend aclara que su posición está lejos de ser una forma de escepticismo en el cual nada puede afirmarse categóricamente: el anarquismo metodológico afirma e incluso sostiene cosas absurdas con vistas a abrir nuevos caminos. Lo que promueve es el respeto por las afirmaciones que no coinciden con la propia.

Las tesis de Feyerabend no configuran modalidad de anarquismo político, ya que el anarquismo epistemológico nunca permanece de manera constante en contra –ni a favor– de ninguna ideología. Tampoco es un intento de sustituir un conjunto de reglas por otro, sino de señalar que todas las metodologías, hasta las más obvias, tienen sus limitaciones.



Bibliografía:

Philosophical Papers I: Realism, Rationalism & Scientific Method, 1962 (trad. parcial esp., mites de la Ciencia: explicación, reducción y empirismo, 1989).
Knowledge without Foundations, 1962.
Against Method: Outline of an Anarchistic Theory of Knowledge, 1970 (trad. esp., Contra el método: Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, 1974).
Against Method, 1975.
Tratado contra el método, 1981.
Science in a Free Society, 1978 (trad. esp., La ciencia en una sociedad libre, 1982).
El mito de la ciencia y su papel en la sociedad, 1979.
Farewell to Reason, 1982 (trad. esp., Adiós a la Razón, 1984).
Philosophical Papers II: Problems of Empiricism, 1985.
¿Porqué no Platón?, 1985.
Diálogo sobre el método, 1990.
Three Dialogues to Knowledge, 1991 (trad. esp., Diálogos sobre el conocimiento, 1991). Killing Time: The Autobiography of Paul Feyerabend, 1995 (trad. esp., Matando el tiempo, 1995).

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